Ante el anuncio de un nuevo diseño de billetes argentinos, nuestros representantes políticos se largaron a presentar diversas propuestas para incluir retratos de ciudadanos célebres como Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato, Astor Piazzola, Atahualpa Yupanqui, Mercedes Sosa, María Elena Walsh, Julio Cortázar, Osvaldo Bayer, Quino, Caloi, Juana Azurduy, Alfonsina Storni, Eva Perón… aunque en la página del Banco Central de la República Argentina no hay nada de información oficial al respecto.
Animales y próceres en billetes del Banco de Buenos Ayres. Canguros sueltos por las pampas argentinas en un billete de 1856. Washington y Bolívar en un billete de 1827.
Los
argentinos tenemos numerosas opciones para realizar las transacciones
comerciales, como son las tarjetas de crédito y débito, cheques, transacciones y
monedas digitales, pero los billetes continúan siendo una de las opciones más utilizadas
para realizar transacciones de manera anónima y rápida. Estos “papeles pintados”
basan su valor en la confianza que tiene la ciudadanía en el sistema económico donde
circulan y en la misma autenticidad de los billetes.
Ante
un cambio de diseño en los billetes como el que se propone, surge la duda de si
es importante el diseño que transportan, pues lo cierto es que la gente tiene
que usar los billetes de cualquier manera, independientemente de las imágenes
que los ilustren. La respuesta es positiva y a continuación se exponen algunas
de las razones.
Un
“buen” billete es aquel que es difícil de falsificar pero fácil de autenticar y
reconocer (su valor); que transporta un diseño accesible y que comunica un
mensaje que despierta el interés y cuidado del ciudadano. En esta definición se
despliegan las cuatro funciones principales del diseño de los billetes que
tienen como eje la experiencia del usuario: el control de la autenticidad, la accesibilidad
y manejo, el reconocimiento del valor y la comunicación de un mensaje y/o
historia.
Generalmente
los bancos centrales priorizan en el diseño la función del control de
autenticidad, bajo el lema: el billete puede ser bello, pero debe ser seguro.
Para dar esta sensación de seguridad se incorporan al diseño elementos en el
papel y las impresiones, tradicionales y novedosos, pero lo cierto es que la
gente no controla de manera correcta a los billetes y basa su confianza en esa
sensación general de que le “parece bueno el billete”. Pero claro, en los
tiempos que corren la pérdida de la confianza está más ligada a la inflación
que a las falsificaciones de papel moneda.
Aun
así, los billetes deberían presentar un diseño intuitivo en el cual sea fácil
reconocer los elementos de seguridad y el valor de la denominación. Por ello, los
elementos de seguridad tienen que integrarse de manera efectiva y dinámica y el
diseño tiene que ser lo más accesible posible para la mayor cantidad y
diversidad de usuarios, principalmente para aquellos que poseen una visión
reducida o son no videntes. Por ejemplo, emplear colores fuertes, tipografía
clara para las denominaciones e impresiones en alto relieve fáciles de navegar con
el tacto (diseño háptico). En otras palabras, el billete tiene que ser accesible
tanto para las personas con discapacidad como para quienes no la tienen, aunque
en estas últimas la accesibilidad estaría implícita.
Y
volviendo al eje del artículo, los billetes también podrían transportar imágenes
y símbolos que conformen un diseño de identidad colectiva que despierte
emociones positivas en el ciudadano, pues hay evidencia de que aquellos
billetes que presentan un diseño atractivo y que evoca emociones positivas
provocan un mayor interés y cuidado por parte del ciudadano, además de que éste
se interesa aún más por los elementos de seguridad incluidos en los billetes.
Entonces,
solo queda saber qué tipo de imágenes queremos los argentinos en nuestros
billetes. ¿Animales, próceres, personajes de la cultura? Generalmente los
bancos centrales no se hacen estas preguntas, pues para obtener la respuesta se
requieren de estudios y consultas populares, y es por ello que terminan
copiando diseños de identidad de otros países. Así, muchos bancos centrales
emplean retratos en sus billetes argumentando razones tradicionales y de
seguridad documental: el público puede diferenciar billetes auténticos de los
falsos con solo apreciar la calidad de la impresión en alto relieve del retrato
(¡y principalmente la de los ojos!).
El retrato de personas
célebres en billetes de Francia con Saint-Exupéry y El
principito (emitido en 1992), y de Canadá con Viola Desmond, activista de
derechos humanos (emitido en 2018). Él se muestra serio, ella esboza una
sonrisa.
Pero
lo cierto es que ya no es necesario incluir retratos en los billetes para que
la ciudadanía despliegue confianza en su moneda. Ejemplos de ello son las
familias de billetes de euro, corona noruega y franco suizo. En el euro el
diseño es monotemático para todas las denominaciones (arquitectura de
diferentes épocas), en la corona noruega el eje temático es el mar pero las
imágenes son diversas, mientras que en el franco suizo el diseño es heterogéneo
representando diferentes cualidades del país. Es cierto que las situaciones
económicas donde circulan esos billetes son distintas a las nuestras, pero
también lo es que estas tres familias de billetes, que han dejado de lado el
retrato de ciudadanos célebres, tienen grandes índices de aceptación y
confianza en sus zonas de uso, además de ser ejemplos de buen diseño de papel
moneda.
Otros
ejemplos claros de la prescindencia de los retratos para embellecer el diseño,
son los concursos que realiza la International Bank Note Society para destacar
y premiar los mejores diseños de billetes en el mundo. Del 2004 al 2018, solo 4
billetes tienen retratos de personas en el diseño.
Ejemplos de billetes sin
retrato y con altos índices de aceptación y confianza.
El euro, la corona
noruega y el franco suizo.
La
solución más sencilla y rápida es optar por lo conocido y ya probado, pero
tampoco sería del todo descabellado prescindir de retratos de próceres y
personas célebres para el diseño de billetes argentinos. Para ello podemos
valernos de imágenes contemporáneas que despierten alegría y sentido del humor,
sin sesgo político ni religioso y que evoquen una confianza en nosotros como
colectivo humano. Esas imágenes podemos hallarlas en nuestra cultura popular,
en las artes, en los juegos de la infancia, deportes, actividades diarias, en la
educación y salud pública, en las ciencias e industrias. Para evocar a Don Ata
o a María Elena Walsh quizás no sea necesario introducir un retrato de ellos,
sino los motivos inspiradores que surgen de sus creaciones. O tal vez elegir
gestas colectivas que despierten emociones que nos permitan reflexionar el pasado
y pensar el futuro que queremos como nación.
Marcos Gianetto
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